domingo, 22 de agosto de 2010

Las enfermedades emergentes de los anfibios

Los anfibios son uno de los grupos animales más amenazados del mundo. La alteración y destrucción de sus hábitats les está confinando a sobrevivir sólo en áreas reducidas que gozan de protección legal, tales como Parques Nacionales. Sin embargo, una nueva y muy peligrosa amenaza, las enfermedades emergentes propias de los anfibios, actúan también en zonas protegidas provocando extinciones masivas de poblaciones y especies en todo el mundo.

Las enfermedades emergentes son enfermedades de reciente aparición, o cuyo rango de actuación se ha incrementado drásticamente en los últimos años. En los anfibios, estas enfermedades son de origen fúngico y vírico y, aunque aún sabemos muy poco sobre ellas, lo que cada vez parece mas evidente es que el hombre es el vector que las está propagando por todo el planeta con extraordinaria rapidez.


Los virus que afectan a los anfibios son tremendamente resistentes y se transmiten con gran facilidad. Aparecen preferentemente en ambientes degradados, donde los anfibios se concentran en grandes cantidades para reproducirse. La sintomatología de la enfermedad es complicada y, mientras muchos individuos mueren sin síntomas externos evidentes, otros presentan hemorragias locales, úlceras en la piel y agudas necrosis en órganos internos. Además, infecciones bacterianas secundarias producen en ocasiones el síndrome conocido como “pata roja”, apareciendo hemorragias e inflamaciones muy llamativas. Algunos de estos virus afectan también a especies de peces, por lo que frecuentemente se introducen en el medio mediante repoblaciones o sueltas de estos animales.

Aunque estos virus son los responsables de muchos episodios de mortalidad en masa de anfibios, los datos disponibles hasta el momento indican que ciertos hongos recién descubiertos podrían ser una amenaza aún mayor, provocando extinciones de poblaciones y especies en muchas partes del mundo.

Quitridiomicosis, la gran amenaza

Individuo recién metamorfoseado de sapo partero común (Alytes obstetricans)muerto por quitridiomicosis en el Parque Natural de Peñalara (Madrid). Como puede apreciarse no existen síntomas externos que indiquen la causa de la muerte

El hongo que afecta a los anfibios (ya conocido como “el hongo asesino”), Batrachochytrium dendrobatidis, pertenece al grupo de los quitridios. Los hongos quitridios se conocen desde hace tiempo, se encuentran en todo el mundo y en todos los medios, y son extremadamente sensibles a la contaminación, por lo que sólo están presentes en zonas bien conservadas. Hasta hace poco, sólo se conocían como parásitos de plantas, algas, protistas e invertebrados, pero la nueva especie resulta letal para los anfibios provocando
frecuentemente su muerte.

Tubos de descarga de hongos quitridios perforando la piel de un ejemplar moribundo de sapo corredor (Bufo calamita).


Las poblaciones de anfibios afectadas por esta especie de hongo generalmente desaparecen en pocos meses, siguiendo el patrón de dispersión típico de las enfermedades infecciosas. La causa última de la muerte de los animales infectados aún no se conoce con seguridad, pero sí el desarrollo de la enfermedad (denominada quitridiomicosis). Cuando las zoosporas (esporas móviles mediante flagelos) entran en contacto con los anfibios, se fijan en la queratina de la piel y, a los pocos días, desarrollan esporangios maduros que generan nuevas zoosporas. Los esporangios no tienen opérculo, y la liberación de las zoosporas se produce desarrollando un tubo de descarga que perfora la piel del animal infectado. Así, la enfermedad se desarrolla exclusivamente en la capa superficial de la piel y nunca en los órganos internos, aunque los ejemplares afectados no muestran ningún síntoma externo evidente. Puesto que los adultos presentan queratina en toda la piel, estos mueren rápidamente al entrar en contacto con el hongo. Por el contrario las larvas quedan infectadas sólo en la zona bucal (su única zona queratinizada), y mueren cuando completan la metamorfosis al extenderse la queratina.

Los ejemplares adultos muertos no suelen encontrarse con facilidad, mientras que los recién metamorfoseados suelen aparecer muertos en la orilla de las charcas. Tras la desaparición de los anfibios, el medio queda intacto sin que se observe alteración alguna. Sin embargo, el hongo patógeno permanece como saprófito en la zona afectada, infectando a otros ejemplares que intenten recolonizarla.

La quitridiomicosis se descubrió hace pocos años en Australia y Centroamérica, pero está ya distribuida por gran parte del mundo. La aparición de la enfermedad en España en 1997 constituyó el primer caso conocido de toda Europa. Desde entonces, se han detectado nuevos casos de mortalidades en masa, todos ellos en zonas altas de montaña, dónde las temperaturas frescas posibilitan el desarrollo del hongo asesino.


Sección de la capa superficial de la piel de un ejemplar de sapo común (Bufo bufo) infectado con hongos quitridios. Multitud de zooesporangios vacíos después de haber liberado las zooesporas pueden verse cerca de la superficie como pequeñas esferas oscuras.


Aún no sabemos por qué este hongo resulta tan extraordinariamente letal para los anfibios. Podría ser que el hongo siempre haya estado en contacto con los anfibios y que, sólo recientemente, los animales afectados se encuentren inmunodeprimidos y por tanto sean más vulnerables. Por otro lado, la virulencia del hongo podría haber aumentado recientemente por algún cambio ambiental, resultando letal para los anfibios. Sin embargo, todas las evidencias sugieren que los animales afectados podrían no haber estado nunca en contacto con el patógeno, y por tanto el hongo habría sido introducido recientemente en las zonas afectadas.

Dado que la enfermedad está apareciendo rápidamente en muchos lugares del mundo, y que los hongos encontrados en países alejados son muy semejantes a nivel genético, parece claro que sólo el hombre podría ser el responsable de su dispersión por todo el mundo. En efecto, en muchos países se han detectado ejemplares infectados en comercios de animales de compañía, animales de laboratorio e incluso en partidas para consumo humano.

El Parque Natural de Peñalara (Madrid), dónde se detectó el primer caso de quitridiomicosis de Europa. Paradójicamente este espacio protegido ha sido rehabilitado recientemente y presenta un admirable estado de conservación pese al gran número de visitantes que recibe.
Como en cualquier otra enfermedad infecciosa, la principal forma de luchar contra estas enfermedades emergentes que afectan a los anfibios es evitando que se extiendan. Para ello, debemos limitar al mínimo la manipulación de ejemplares de anfibios, impedir el movimiento no natural de animales entre zonas alejadas y, sobre todo, no introducir nunca ningún animal o planta en el medio natural. También, resulta muy útil aportar datos sobre poblaciones presuntamente afectadas por este problema, así como facilitar ejemplares encontrados muertos para su análisis. Además, debemos evitar que nosotros mismos seamos vectores de transmisión involuntarios de estos nuevos patógenos, por lo que es altamente recomendable desinfectar todo el material que haya estado en contacto con el medio natural antes de visitar un lugar alejado. Un método eficaz y sencillo sería lavar bien en el campo cualquier objeto que haya estado en contacto con el agua (por ejemplo, las botas) para eliminar restos de materia orgánica, después dejarlo secar al sol el mayor tiempo posible y, por último, sumergirlo en lejía (un baño de 30 segundos con lejía doméstica concentrada es suficiente).
Uno de los últimos ejemplares de sapo partero común (Alytes obstetricans) del Parque Natural de Peñalara (Madrid), dónde sólo unos años atrás era muy abundante.
La iniciativa sosanfibios.org, financiada por la Fundación Biodiversidad, pretende a través de un sitio web, dar a conocer la existencia de estas nuevas amenazas para los anfibios, así cómo aportar sugerencias para evitar su dispersión y servir de canal de comunicación entre los investigadores que trabajan con este problema y los interesados en el medio natural.
Autor de las fotografías: Jaime Bosch

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